Obituario: Almudena Grandes, "La literatura es vida de más".

 Anoche cené con la terrible noticia de la muerte de Almudena Grandes, una de las mejores escritoras de mi generación. Tuve la suerte de conocerla e intercambiar unas palabras hace unos años en una Feria del Libro de Madrid, gracias a un conocido común, y si ya estaba totalmente fascinado con su literatura, en persona me pareció aún más fascinante.

Y eso que el primer libro suyo que cayó en mis manos (Las edades de Lulú), me dejó totalmente perplejo. En aquellos años 80, de movida y desenfreno, todavía costaba que una chica (tenía por entonces 29 años), escribiese tan abiertamente de sexo, de deseos femeninos, de parafilias, era totalmente novedoso, tanto, que el árbol no me dejó ver el bosque. La temática (y mis 28 años cuando la leí), me impidieron observar la magnífica prosa y la vigorosidad de su estilo, pulido por múltiples relatos previos. Afortunadamente a el siguiente libro que cayó en mis manos (realmente el tercero tras Te llamaré Viernes), le incluyó el nombre propio de Malena, nombre que tenía y aún tiene un especial atractivo en mi mente, por lo que me lancé a su lectura, aunque con una cierta precaución (temí encontrarme una segunda versión de Lulú). Sin embargo, me encantó y me enamoró su personaje central y cómo llegaba a describir su peripecia vital.

Luego leí (devoré) novelas cómo Los aires difíciles, Atlas de geografía humana (recomiendo en este caso ver primero la película de Azucena Rodríguez y luego leer la novela, personalmente la disfruté mucho haciéndolo así), hasta El corazón helado, un relato que narra la historia de dos familias españolas a lo ancho de buena parte del siglo XX. Una de filiación falangista y la otra declaradamente republicana. Las dos vinculadas por un matrimonio entre sus hijos. Casi mil páginas de excelente literatura, en la que Almudena desata todo su hacer narrativo y que entronca directamente con su último gran reto literario: los Episodios de una guerra interminable. Construcción, a modo de los galdosianos Episodios Nacionales, de un relato novelado y a la vez muy real, de la Guerra Civil y la dura (durísima) posguerra desde el punto de vista de los vencidos que no se rindieron, pero alejado del adoctrinamiento y del maniqueísmo. Los 5 tomos hasta ahora publicados (la serie, según la propia autora, consta de 6 volúmenes) nos muestran en sus páginas el largo y triste peregrinar por la historia de unos personajes muy humanos y cercanos, llenos de vida. Inés y la alegría, El lector de Julio Verne, Las tres bodas de Manolita, Los pacientes del doctor García (la última que he leído y para mí, la mejor de la serie hasta ahora) y La madre de Frankenstein. Ahora sé que, afortunadamente, Almudena dejó escrito el último volumen: Mariano en el Bidasoa, que esperamos se publique de forma póstuma, como broche a esta gran saga.


 Con un estilo muy cinematográfico en su literatura, muchas de sus obras se han llevado al cine con irregular éxito, a pesar de que ella misma comentaba: "A las dos semanas de publicar un libro ves cómo te hacen ofertas para llevarlo al cine. Mis novelas, a priori, no eran adaptables, pero incluso así se ha hecho una película de ellas", y tengo entendido que se está preparando una serie de TV adaptando su El corazón helado.

Madrileña de pura cepa (nacida en 1960, en el barrio de Chamartín), Almudena empezó escribiendo textos para enciclopedias y pequeños relatos. Mantuvo durante toda su vida su compromiso literario, no solo con su importante obra narrativa, sino también con editoriales y columnas que publicaba en el diario El País. Pero más allá de su enorme valor literario, Almudena era una mujer muy comprometida con sus ideas y sus pasiones. Feminista, aunque no excluyente, en su prólogo de Modelos de mujer, dejó escrito que: "Como en el mundo literario prevalece un principio de discriminación sexual que obliga a las escritoras a pronunciarse a cada paso acerca del género de los personajes de sus libros, mientras que los escritores se ven privilegiados y envidiablemente libres de hacerlo, me gustaría aclarar, de una vez por todas, que ... creo que no existe en absoluto ninguna clase de literatura femenina...". De ideas progresistas de izquierda muy enraizadas, desarrolló un criticismo con la sociedad, que le llevó a la construcción de un ideario muy personal que desarrolló en sus artículos periodísticos. Aficionada al fútbol, era “colchonera” a rabiar, de peña y bufanda. Incluso llegó a entonar, con su característica voz, el himno atlético compuesto por su buen amigo Joaquín Sabina, en un documental.

Se ha ido en lo más alto de su carrera literaria y en lo mejor de su vida personal (acababa de ser abuela por primera vez), de una forma cruel, justo el mismo año en el que conmemoramos el centenario de la desaparición de otra gran mujer literata: Emilia Pardo Bazán, con quien le unen muchos ideales feministas y pasiones literarias.