O LA FÁBRICA DE TRITURAR MÉRITOS.
Esta temporada estoy asistiendo atónito, a como la “afición” (nótese que la pongo entre comillas) del Real Madrid ha pasado en poco más de tres meses de la euforia desmedida, a la ira más demoledora contra una plantilla y un entrenador que hace ese tiempo, eran los mejores del mundo, y que ahora son una pandilla de vagos y de figuras malcriadas.
Esto no es nuevo, llevo yendo casi 45 años al Bernabéu y aún resuenan en mis oídos, entonces infantiles, el “fuera Muñoz”, con el que se increpó al, primero jugador y luego entrenador más laureado en la historia del club. Siempre he tenido claro que este club era una fábrica de triturar méritos, no hay más que ver cómo han salido del club entrenadores y jugadores en los últimos años. Sangrantes fueron las últimas salidas de Raúl y de Casillas, dos iconos del club, que encima salieron de la misma fábrica (Don Alfredo dixit).
Sin embargo ahora el tema se ha hecho absolutamente insoportable. La misma plantilla y los mismos hombres que hace unos meses consiguieron lo que nadie ha hecho hasta ahora, ganar dos veces seguidas la Copa de Europa (no me gusta el nombre de Champions, ya que a la misma no acuden solo los Campeones), ha pasado a convertirse en un grupo de villanos mercenarios que arrastran el buen nombre del club por los terrenos de juego.
Mención aparte merece el entrenador. Zindine Zidane no es, a mi modesto entender, el mejor entrenador del mundo. Ni es un fino estratega, capaz de asombrar a los entendidos, con un cambio o una estrategia que modifique la forma de entender este deporte. Pero sí que es el mejor entrenador que puede tener este Madrid. Respetado por todos, tanto como exjugador, como por su capacidad de gestión, de una plantilla plagada de egos. Solo puedo criticarle (y entiendo que no fue solo culpa suya) la marcha de Álvaro Morata del club. Solo hay que ver el perfil de los últimos entrenadores en ganar la Copa de Europa con el club: Heynckes, Del Bosque, Ancelotti o el propio Zidane.
Fue llamado como medida de urgencia, casi de puntillas, ante la enésima metedura de pata de la cúpula directiva. La despedida de Ancelotti y el fichaje de Rafael Benítez.
Benítez es un muy buen entrenador, mejor preparado que Zidane sin duda, pero no es un entrenador para un equipo en el que las estrellas tienen el peso que tienen. Zidane, con su curriculum como jugador y su mano izquierda como técnico, supo recuperar la paz del vestuario y lograr lo que muchos, con látigo y echándole la culpa al empedrado, no lograron ni de lejos.
Entiendo que la prensa tiene que vender y rellenar minutos de radio y TV. Entiendo que muchos hinchas estén defraudados, después de las expectativas que el mismo equipo puso en sus manos. Entiendo que muchos de esos hinchas no hayan jugado y competido en su vida, e ignoren que lo difícil no es ganar, es conservar lo ganado y seguir ganando. Pero lo que no entiendo es la ingratitud, la falta de memoria y la impaciencia por ganarlo todo. No se puede ganar siempre y no se puede ganarlo todo.
Tampoco entiendo en este mundo de locos, que alguien se comprometa a algo por un tiempo y por un dinero y luego, cuando se entera de que un rival gana más o está mejor considerado, desee “renovar” algo que aún no ha vencido y si no, se enfada y lanza mensajitos o pone “morritos”, como un niño al que no le compran el juguete del escaparate. Pero eso, como decía Kipling, es otra historia.
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