Nostalgias, de Mircea Cartarescu

Cuando tras el polémico y controvertido premio Nobel de 2016 al cantante Bob Dylan, este año le otorgaron el premio al escritor anglo-nipón Kazuo Ishiguro, pensé que los sesudos y serios miembros del comité que otorga estos premios, habían por fin reconducido el mismo a unos cauces más estándares. La verdad es que cuando hace años, leí su novela “El resto del día”, me pareció una obra maestra a la altura de “Retorno a Brideshead” o a “Una habitación con vistas”, dos ejemplos notables de la literatura costumbrista británica de principio del siglo XX.
Sin entrar en polémicas como el año pasado, o valorar si el premio es o no merecido, ojeé las páginas de los diarios buscando los nombres de los escritores que habían optado (o al menos los más probables) a dicho premio, al objeto de ver si una vez más los miembros de la orgullosa Academia sueca se habían dejado a algún Borges o a alguna Wolff (por ser paritario) por el camino. No encontré el nombre de ninguna escritora, pero en la terna aparecieron escritores que me han fascinado, como el nipón Haruki Murakami (imprescindible leerle tanto en sus novelas largas -1Q84- o en sus relatos breves –El elefante desparece- y entender su “De que hablo cuando hablo de escribir”), o el español Javier Marías, a quien sigo sus columnas en los diarios y cuyo “Así empieza lo malo” me encantó. Creo que ambos tendrán su oportunidad en el futuro, pero también apareció el nombre de un autor del que no tenía noticia: el rumano Mircea Cartarescu.
Es curioso cómo, a pesar de la enorme colonia rumana en España, su cultura y sobre todo su literatura, nos son frecuentemente extrañas. Desde la caída del Muro de Berlín, parecería cómo si los únicos escritores contemporáneos que nos llegan del Este fuesen húngaros, algún polaco, o ese extraño tránsfuga idiomático que es el checo Milan Kundera. Parecería como si el antiguo Telón de Acero se hubiese convertido en un telón editorial que impide que nos lleguen literatos desde el otro lado, como si al leerlos solo fuésemos capaces de encontrar antiguos disidentes políticos con relatos carcelarios o de persecución. Por ello me adentré en la lectura de la primera novela de Cartarescu con la precaución del que se teme una edición rumana de “Archipiélago Gulag” o de una versión literaria de la película (por otro lado magnífica) “La vida de los otros”.




Decidí comenzar la lectura de la obra de Cartarescu con Nostalgias, no solo por tratarse de su primera obra, sino por la fecha de su publicación original (1989), inmediatamente después de la caída del Muro y en plena revolución en su país para derrocar a Ceaucescu. Mi sorpresa ha sido mayúscula al comprobar que su literatura poco tiene que ver con la reivindicación política, ni siquiera con la recreación de hechos históricos como el título hacía presagiar.
Nostalgias es un libro de relatos que se compone de varios cuentos cortos. El primero “El ruletista”, inicialmente publicado por separado, es la historia de un hombre que construye su fortuna económica partiendo de su desesperación y de su mala suerte, participando en letales (para otros) sesiones de ruleta rusa. Es un relato feroz, descarnado, magníficamente construido, que nos depara un final sorprendente. En “El Mendébil”, Cartarescu nos confirma su formación literaria clásica y nos lleva con aires proustianos a la Bucarest de los años 60, donde un impúber mesiánico tiene alucinados a todos  los muchachos del barrio hasta que, con la llegada de su adolescencia y su propia sexualidad pierde toda la influencia mágica que tenía y es olvidado por los que antes le seguían. En ”Los gemelos” combina una escritura ágil y dinámica que impide la distracción del lector, siendo impresionante la transformación inicial que se produce en el relato. En el mismo hay pasajes que nos recuerdan “La invención de Morel “ de Bioy Casares. Sin embargo es “REM” la pieza central de esta novela de cuentos. Cuenta la historia de una mujer de mediana edad que recuerda una infancia mágica, con reminiscencias literarias que nos evocan “El Aleph” de Borges (es más, lo cita en una de sus páginas) y la “Metamorfosis” de Kafka.
Finalmente y a modo de epílogo, en “El arquitecto”, recrea una historia de un creador/destructor de mundos, a través de un teclado y una música maravillosa que el intérprete no puede evitar ni dejar de tocar.
En toda la obra, Cartarescu denota una profunda cultura literaria, con citas o guiños a obras ya clásicas de literatura universal (El personaje central de uno de los relatos se llama Nana, como el de la novela de Zola) y con un estilo a veces difícil de seguir, pero siempre atrayente para el lector.
En fin, Nostalgias es una buena manera de adentrarse en el universo hasta ahora desconocido, al menos para mí, de la literatura rumana contemporánea, antes de asaltar su obra cumbre -hasta el momento- “Solenoide”. 
Yo de momento he empezado a leer otra de sus obras de relatos cortos: “¿Por qué nos gustan las mujeres?”. Un título sugerente que invita a la búsqueda de respuestas a esa pregunta, en el interior de cada uno.



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