Un
análisis serio y cachazudo se me torna difícil, dejo a cada uno que estudie los
distintos programas electorales aunque recomiendo los análisis que ya ha hecho
mi amigo el profesor Jose Carlos Diaz Gangas (http://www.jcdiez.com/),
que ha analizado dese su experto punto de vista económico cada uno de los
mismos.
En
cuanto a los debates televisivos, parece que los políticos hayan olvidado la
primera acepción del término debate que ofrece nuestro diccionario: “Discutir un
tema con opiniones diferentes”, para acogerse a la segunda: “Luchar o
combatir”, pues en ambos debates televisados han salpicado sus intervenciones
con constantes insultos (de horario infantil eso sí), interrupciones y
reproches malcarados, más propios de discusiones tabernarias que de diálogos
entre seres que se presuponen cultivados y civilizados.
Dicho
esto y más allá de los análisis resultadistas de cada una de las cadenas (quien
ha “ganado” el debate, como si fuese un partido de fútbol, parece lo más
importante), creo que sería útil que se hiciese un análisis, aunque no fuese en
profundidad, de las propuestas, alternativas, grandes mentiras y pequeñas
verdades, que los líderes de los cuatro partidos de mayor representación
nacional (al menos de momento), han hecho llegar en los sucesivos y también
repetitivos, debates políticos, que nos han llegado en los dos últimos días.
En
primer lugar los entornos de los debates: platós impolutos de televisión, con
moderadores imparciales (¿?) y tancrédicos que, o bien lanzan preguntas como
quien juega a petanca, o bien se limita a ir comentando el tiempo de
intervención de cada uno. Por cierto curiosa y divertida la idea de RTVE de
solicitar la asistencia de cronometradores de la Asociación de Clubs de
Baloncesto para tal fin.
Las
intervenciones y los lugares de cada participante, previamente sorteadas (con
cada paso me recuerdan más a un encuentro deportivo que a un debate entre
caballeros). Una vez iniciados los mismos, y según se iniciaron las
intervenciones, vimos claramente donde estaban las posturas de cada uno. Salvo
el Sr. Iglesias (si me apuran y por ser benévolo), ninguno ofreció una mínima
parte del programa que fuera analizable, más allá de vaguedades o
generalidades, además de que se les preguntaba por las razones para que el
espectador les eligiese para ser depositarios de su voto y contestaban que el
contrario se había vendido al separatismo o a la extrema derecha. Cada uno ha
venido a hablar de su libro, sin discutir, ni mucho menos intentarlo, el libro
del vecino.
La
sucesión de generalidades (bajada de impuestos, en la que el Sr. Casado habló
de cifras medias de ahorro de 700 €, que como media está bien, pero que es
increíble en las rentas medias y más bajas) que en nada ayudan a aclarar el
sentido del voto a tanto indeciso. En ese afán el Sr. Casado y el Sr. Rivera,
no solo atacaron al Sr. Sanchez (cosa por otro lado lógica) sino que se
enzarzaron entre ellos, sabedores de que la indecisión mayor en su franja de
votantes está entre ambas formaciones, y que en esa pugna estará su posición en
el Congreso.
Más
allá de las inexactitudes y mentiras evidentes y contrastadas que se dijeron
(ahí es donde deberían de haber intervenido los periodistas), que se pueden ver
por ejemplo en el buen trabajo de El País (ver https://elpais.com/especiales/2019/elecciones-generales/mentiras-debate-atresmedia/)
, la sensación que me dio es de un totum revolutum en el que los candidatos
iban soltando perlas de sus propuestas, mientras soltaban mandobles a sus
adversarios, sin atender a los verdaderos destinatarios de su discurso.
Soy
consciente de, a lo largo de la Historia, los españoles hemos votado más con
las tripas o con el corazón que con el cerebro, y creo que los debates
televisados no han servido más que para ratificar a quien ya estaba convencido
de su voto, sin que al indeciso o al abstencionista, le hayan hecho cambiar de
opinión, porque seguimos con el discurso del miedo o los mono temas ( en
política territorial, parece que solo existe Cataluña que, siendo el mayor
problema inmediato, no es el más grave ni el más peligroso: la desigualdad
territorial y la diversidad de servicios e impuestos entre las distintas
Autonomías).
Si
se incidió en temas como la corrupción o la supuesta desmembración nacional, se
pasó de puntillas y sin mucho alboroto por dos asuntos fundamentales: el cambio
de la ley electoral (aplazado sine die por los distintos gobiernos, solo
reclamado cuando se está en la oposición) y la reforma de la Constitución, que
a este paso será más la confección de una nueva que un simple apaño, y no se
mencionó un tema económico que se me antoja de capital importancia: El cambio
en el modelo productivo. No podemos seguir viviendo toda la vida del turismo y
del ladrillo, hay que cambiar a nuevas alternativas y ya.
A mi, los debates me han dejado más sensaciones negativas que positivas. He
echado de menos y mucho, la presencia de VOX, quien debe agradecer de manera
efusiva a la Junta Electoral que les haya impedido acudir a los mismos. Tengo
seguro que hubieran hecho todo un papelón.
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