Título original: El crack Cero
Año:
2019
Duración:
122 min.
País:
España
Dirección:
José Luis Garci
Guion:
José Luis Garci, Javier Muñoz
Fotografía:Luis
Ángel Pérez
Música:
Jesús Gluck
Reparto: Carlos
Santos, Miguel Ángel Muñoz, Luisa Gavasa, Patricia Vico, Pedro
Casablanc, María Cantuel, Macarena Gómez, Belén López, Raúl
Mérida, Cayetana Guillén Cuervo, Luis Varela, Ramón Langa, Andoni
Ferreño, Alfonso Delgado, Jacobo Dicenta, Samuel Miró, Susana Paz,
Jero García, Daniel Huarte
Sinopsis
Seis
meses después del suicidio del sastre Narciso Benavides, una
misteriosa y atractiva mujer casada visita a Germán Areta,
prestigioso ex policía de la Brigada Criminal, ahora convertido en
detective privado, para que inicie una investigación ya que la mujer
está convencida de que el sastre, que era su amante, fue asesinado y
no se suicidó. La experiencia le dice a Areta que la gente sólo
mata por amor o por dinero, aunque a lo largo de la investigación
irá descubriendo que hay más motivos, y más de un sospechoso, para
quitar de en medio a un sastre.
Reseña
Cuando
a principios de la década de los 80, Jose Luis Garci abandonó
momentáneamente el cine social que estaba filmando, para darse un
homenaje con el género que mas le atraía (el género negro, hoy mal
llamado Thriller), todos nos quedamos maravillados con la estética,
el ambiente y el tempo que le dio a ese primer Crack. La presencia de
algunos actores relevantes del momento, y sobre todo la aparición
estelar de un Alfredo Landa inmenso, que dio un vuelco brutal a su
carrera como interprete, proporcionaron a El Crack una fama (léase
también taquilla) que la ha convertido en un icono del cine español.
Tal fue el éxito que al poco, el propio Garci con el mismo equipo,
estrenó con igual fortuna El Crack 2, continuación de una película
que olía a saga.
Sin
embargo la continuación no llegaba, a pesar de que el propio Garci
llegó a plantearse en los 90 una nueva entrega. Pasó el tiempo, y
parecía que el oscarizado director había abandonado esa línea para
centrarse en cintas mas trascendentes, como “El abuelo” o la para
mí incomprensible “Historia de un beso”, en la que contó
también con Landa para el papel protagonista. El sueño de muchos
aficionados al género de seguir disfrutando de las aventuras del
detective Germán Areta, parecía que iba a dormir la noche de los
justos, toda vez que el propio Garci, decidió retirarse de la
dirección. Sin embargo la desaparición del entrañable y genial
Alfredo Landa, unida a la insistencia tenaz de su viuda, Maite Imaz,
propiciaron las ganas de “resucitar” a Areta, con lo que Garci
se puso a escribir, junto con Javier Muñoz, un nuevo guion. En este
caso la precuela de la serie; un Crack Cero.
El
guion ha dormido bastante en los cajones de Garci, pero al final la
película ha salido adelante y por fin la hemos podido ver en la sala
oscura (que es donde mejor se ve el cine, sobre todo si es bueno).
Si
el Crack (título onomatopéyico y definitorio), estaba dedicado a
Dashiell Hammet y el Crack 2, a Raymond Chandler, el Crack Cero, lo
ha dedicado a James M. Cain, completando una santísima trinidad de
autores nortemericanos que elevaron el género negro a la altura de
Gran Literatura.
En
esta regresión cinematográfica, Garci coloca al personaje de Germán
Areta “el Piojo”, un poco antes de la acción de El Crack, justo
en un momento trascendental de la Historia reciente de España, la
muerte del General Franco en Noviembre de 1975. Areta acaba de
abandonar la Brigada Criminal, y ha abierto su inolvidable despacho
de la Gran Vía: Areta Investigaciones. Es en ese momento en el que
una atractiva mujer (interpretada por Patricia Vico) se acerca a su
despacho para pedirle que investigue el supuesto suicidio de su
amante. Ella sospecha de que ha sido asesinado. La trama se
entremezcla con un encargo de su anterior jefe: Don Ricardo “el
Abuelo” (aquí muy bien interpretado por Pedro Casablanc, en las
anteriores por el entrañable Pepe Bódalo), que le pide que le eche
una mano con un policía que se quiere meter a boxeador (una lástima
que ya no exista el entrañable Frontón Madrid, en esta película
sustituido por un interior, carente del mismo glamour) y de paso que
ayude a un antiguo compañero Luengo, alias “el Solomillo”, en
una investigación que le dará mucho dinero.
Areta
se adentra en los bajos fondos ayudado por el antiguo raterillo
Cárdenas “el Moro” (interpretado por Miguel Angel Muñoz, en las
antípodas tanto físicamente como en interpretación del original
Miguel Rellán). El actor que en esta ocasión interpreta a Areta es
Carlos Santos, impresionante en su transformación, aunque pierde
evidentemente en el comparativo con Landa, que basaba su personaje en
una calma y en una mirada, mitad lobuna, mitad de perrillo
desamparado, que me he pasado toda la cinta buscando en Santos,
aunque tengo que reconocer que la labor de sustituir aquí a Landa
era una tarea hercúlea, rayana en lo imposible.
El
resto de los personajes son los mismos que en las anteriores
películas: El barbero aficionado al boxeo, Rocky (entonces Manuel
Lorenzo, hoy un extraordinario Luis Varela), la secretaria Molly
(Luisa Gavasa), el periodista “el Meri” (Daniel Huarte),
compañeros de aventuras y de mus de Areta, salvo el personaje que no
aparecía en las anteriores, el de la novia de Areta (aquí
interpretada por Maria Cantuel), que desencadena el final de la
película y explica, al menos en parte, la relación amorosa de Areta
con el personaje que interpretaba María Casanova en las anteriores.
Cuenta
la película con el aliciente de estar fotografiada en blanco y
negro, lo que junto con la aparición de mujeres fatales (la Vico,
Macarena Gómez y Cayetana Guillen Cuervo, que entroncan con las
damas de “Perdición” (Double Indemnity) y “el Cartero siempre
llama dos veces” de Cain), aumentan la sensación de cine clásico.
El montaje es sensacional, uniendo una magnifica fotografía de Luis
Angel Pérez, con imágenes de archivo de la época rodadas en cinta
que, acompañadas por la música original de Jesús Gluck, nos
remiten a las anteriores cintas.
La
película es un compendio y un homenaje al cine negro clásico de los
años 40, con esas volutas de humo inolvidables, que otorgaban a la
escena de un ambiente cargado y opresivo, imprescindible en el
género.
Sin
duda, lo mejor de la película son la interpretación de Carlos
Santos (las comparaciones tienden a ser odiosas), que ha revivido
dignamente al genial Areta, la atmósfera y el tempo de la película.
Más allá de la expectación de los fans de Areta, Garci demuestra
que si sabe rodar películas de serie negra, lo que no puede decir
del género holmesiano (aun recuerdo con espanto esa pantomima que
fue “Holmes & Watson, Madrid days”), aún con un guion
flojito y una puesta en escena espartana que salva la fotografía, y
que el personaje de Germán Areta sigue muy presente en el imaginario
cinematográfico español.
Personalmente
eché en falta algún cameo de homenaje de alguno de los actores que
protagonizaron las primeras películas y que aún viven, como Miguel
Rellán, Mayte Blasco o Jose Manuel Cervino, pero me parece un digno
colofón a la carrera del director madrileño.
Imprescindible
para los amantes del género.
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