JA ESTÀ AQUI

“Ja soc, aquí”, dijo el Muy Honorable Josep Tarradellas cuando, tal día como hoy de 1977, regresó del exilio una vez acabada la dictadura franquista y restituido legalmente el Gobierno de la Generalitat, como gobierno autonómico de Cataluña (permítanme que lo escriba en castellano). Con esta restitución, muchos creyeron que las diferencias y los resquemores que la dictadura había creado en Cataluña y que habían sido ocultados y oprimidos desde el régimen, se habían disipado para siempre con esa restitución. Nada mas lejos de la realidad. 


Más de 40 años después, también está aquí el día en el que el Tribunal Supremo español ha dictado sentencia contra los líderes que animaron y jalearon, desde las mismas instituciones catalanas, la secesión y la creación de una República Catalana Independiente. Llevábamos desde el 12 de febrero, fecha de inicio de la vista oral, esperando esta fecha y muchos llevaban desde entonces preparando sus intervenciones, alegaciones, peroratas y/o amenazas. Sabíamos que, fuese cual fuese el resultado de este juicio, nadie iba a quedar satisfecho con el mismo. Unos por considerar la sentencia exagerada y desproporcionada por el hecho de haber cumplido con la voluntad popular (?) y otros, por haberse quedado corta, al no haber condenado a los encausados por Rebelión (palabras mayores y gruesas), por el hecho de haberse levantado en contra de un estado democrático (?), pretendiendo socavar la unidad nacional, sin razonar que el problema no estaba en la sentencia, sino en haber llevado a los juzgados un problema que es mucho mas que un problema jurídico, sino un problema social y político. Esto, añadido al tema de que llevamos mas de tres años sin un gobierno estable (y razonable), que pueda dar una salida sensata, coherente y pausada a un problema con el que los españoles llevamos bregando más de 400 años y que, como decía Ortega y Gasset: “El problema catalán,……, es un problema que no se puede resolver, que solo se puede conllevar….un problema perpetuo,…., un caso corriente de lo que se llama nacionalismo particularista” (¡Y esto lo dijo en 1932!), que no deja de ser un problema endémico nacional y que a lo largo de la Historia reciente de España se ha tratado de resolver, unas veces por la fuerza (en 1842 el Gral. Espartero llegó a bombardear Barcelona desde el Castillo de Monjuic), otras a veces con la concesión de ventajas y prebendas a la oligarquía catalana (las grandes inversiones estatales de finales del siglo XIX y de todo el XX son una prueba de ello. Por no hablar del famoso 3%, que todo el mundo conocía y que nadie, hasta que la burbuja estalló, hizo nada por denunciar y castigar). Nada ha sido suficiente y el problema catalán, cuan ave migratoria, vuelve una y otra vez al panorama político español. Y esta vez creo que se nos ha ido a todos de las manos. 
No voy a comentar la sentencia que, en mi escaso conocimiento penal, me parece jurídicamente impecable (tengo que reconocer que apenas he leído menos de la mitad de los 493 folios que la componen, pero me parece que los magistrados han estado redactando y considerando con pies de plomo para que no llegue otro Tribunal, europeo por supuesto, que les enmiende la plana y líe otra pajarraca como la de la orden de captura fallida a Puigdemon), sino de la insensatez política que ha llevado a que hayamos llegado a este punto y a la miopía endémica de nuestros políticos nacionales y catalanes para ver que a la fuerza, este problema tiene mala, o mas bien nula, solución. 

Los altercados, sabotajes y manifestaciones de los últimos días en toda Cataluña, especialmente en Barcelona, solo nos muestran la cara visible de un problema que va más allá de lo que podemos ver en los telediarios y en la prensa. La fractura de la sociedad catalana solo es la punta de un iceberg, alimentado por una parte por la escasa capacidad de los políticos catalanes en ver que una secesión es prácticamente imposible y que cualquier intento de llevarla a cabo por las bravas, tiene la pinta de acabar mal, muy mal, y que la supuesta solución republicana no va a mejorar las condiciones de vida de los catalanes de a pié, sino mas bien al contrario. Y por otro lado, la arenga patriótica que se destila desde la derecha nacional; desde Casado, hoy un poco mas centrado tras la caída de las últimas elecciones (mídanla como quieran), que pide la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional; Rivera, también hoy mas moderado, pero que insiste en un 155 exprés, completo y casi perpetuo; hasta el exabrupto de Abascal, pidiendo (léase exigiendo) la aplicación de un Estado de Excepción que, en la practica, sería llevar al ejército a las calles barcelonesas, sin darse cuenta que estas medidas no solucionarían nada, sino que agravarían aún mas el problema de fondo. Ante todo esto el presidente (en funciones) Sánchez, inicialmente abierto a la negociación y el entendimiento, se empieza a escorar hacia posturas mas duras, aunque intenta por todos los medios mantener la calma y no sacar los pies del tiesto. 

Ante esta “demostración” de sensatez y cordura de los partidos llamados “constitucionalistas” (defienden y cumplen lo que les interesa de la Constitución, refutan e incluso niegan lo que no les proporciona suficiente rédito político o lo que no les importa. Nadie recuerda el artículo 31, el 35, el 47, etc., pero no se les cae de la boca el 155), el gobierno de la Generalitat parece tomado por los habitantes del Hospital Mare de Déu de la Mercè (un psiquiátrico de Barcelona). El president Torra parece imbuido en una especie de síndrome de Dr. Jekill y Mr. Hyde, y lo mismo azuza a las huestes independentistas mas violentas, que envía a los Mossos a reprimirlas, lo mismo se reúne con Sanchez en tono conciliador,
que dice en el Parlament que va a convocar otro referendum de autodeterminación en 2020, ante la mirada atónita de sus socios de gobierno, que no tenían noticia alguna de semejante desatino. Sus socios, ERC y la CUP, viendo el panorama, piden la dimisión de Torra y la convocatoria de unas elecciones de corte plebiscitario, para desmarcarse de una Convergencia (dejémonos de monsergas identitarias), que estuvo durante la época de Pujol al amparo de Madrid, pero que una vez levantada la corrupción del “molt honorable” y sus muchachos, ha decidido tomar por la calle de en medio y salirse de España, mas para huir de la justicia que para colmar las ansias libertarias de sus votantes (antaño para nada independentistas). 

A todo esto, las calles de una ciudad tan hermosa como Barcelona, convertidas en lugar de batallas campales, como hacía mucho tiempo no se veían en España. 


Todos tenemos que ser conscientes de que la única solución razonable y plausible, que no haga que la sangre llegue al río (metafórica o físicamente), es la de dialogar y llegar a un entendimiento, no con los actuales líderes políticos catalanes, que han demostrado una vez más que la clase política solo mira para dentro y que los intereses que defienden son los suyos y nada mas, sino con la sociedad catalana a la que hay que convencer que juntos, como un país unido, somos mucho mas fuertes y nos va a ir a todos, mejor que separados. La fuga de empresas en los siguientes días al esperpento del referendum del 1-O, la nula credibilidad de los líderes independentistas en los foros internacionales, donde pretendieron ampararse y buscar los apoyos necesarios para presionar a Madrid, o la evidencia de la importancia económica que tiene hoy en día Cataluña en el PIB nacional, deberían hacer reflexionar a todos de que la única forma de solucionar el tema no para siempre, que eso es imposible, sino al menos esta generación, es llegar a un acuerdo en el que todos salgamos con la sensación de que hemos ganado o perdido por igual. 

Suscribo la palabras de Don Santiago Ramón y Cajal en 1934: “Estamos convencidos de la sensatez catalana, aunque no se nos oculte que en los pueblos envenenados sistemáticamente durante mas de tres decenios por la pasión o los prejuicios seculares, son difíciles las actitudes ecuánimes y serenas”. Y es que a pesar de los pesares, en este tema y en el fondo, hemos cambiado muy poquito. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario