Diario de una epidemia. Un pequeño vistazo al pasado.


"La Junta provincial de Sanidad, para tratar de la manera de atajar en lo posible la enfermedad reinante, acordó aprobar las siguientes conclusiones, presentadas a la misma por el doctor Cali, inspector provincial de Sanidad:

Primera. La enfermedad reinante es de naturaleza gripal, y en manera alguna puede atribuirse a contaminación de las aguas de que se abastece Madrid, ni a remoción de las tierras del subsuelo con motivo de las obras del Metropolitano ni otras similares.

Segunda. El germen de la dolencia pulula en el aire atmosférico y está en cantidad y calidad proporcional a la naturaleza de este aire, según sea más o menos confinado.

Tercera. Tiene dicha enfermedad gran poder difusivo y poca virulencia el microorganismo que la origina y la propaga. Esto es, sin duda, una razón para que no se alarme el vecindario de esta capital, sin que por ello deje de recomendarse el mayor cuidado en el régimen higiénico y dietético de los enfermos y personas que les atienda [...]

Cuarta. Para atajar en lo posible su desarrollo, conviene alimentación sana en todos sentidos. [...]

Quinta. También es de primordial necesidad el buen funcionamiento del aparato respiratorio. De aquí la conveniencia de no respirar el aire de atmósferas confinadas en cafés, tabernas, espectáculos públicos, casinos y otros sitios de aglomeración. Mientras dure la etapa morbosa, hay que cultivar la oxigenación del pulmón con mayor interés que en circunstancias normales. Son convenientes paseos al aire libre, y mejor, en el campo, y soleamiento del organismo: oxigeno y luz, desinfectantes por excelencia del pulmón y de la piel.

Sexta. También es de indispensable necesidad extremar la limpieza de las ropas y utensilios que se pongan en contacto con los enfermos, así como las de las personas la que con ellos se reunieran; para disminuir las probabilidades de una contaminación.

Séptima, Para completar el anterior objeto, conviene renovar el aire de las habitaciones que ocupen, que se procurará estén siempre discretamente ventiladas y a ser posible soleadas.

Octava. También será útil aislar en lo posible a los sanos de los enfermos, para evitar principalmente a los primeros que respiren las atmósferas en que viven los segundos.

Novena. Las temperaturas actuales favorecen el desarrollo y la vida del germen, que radica principalmente en el aparato respiratorio de los pacientes y anida en las fosas nasales y la cavidad bucal. Por esta razón, en aquellos casos en que las formas gripales revistan carácter de gravedad, es mucho más peligroso para las personas sanas respirar en la atmósfera que envuelve a un enfermo fine en la que rodea a un fallecido de la enfermedad.

Décima. La precaución de esterilizar las ropas de uso del enfermo es de gran utilidad; pero carece de ella, por lo que afecta a la propagación del actual estado gripal, preocuparse de la pureza del agua para evitar su propagación. [...]

Undécima. No se conoce en la actualidad medicación alguna profiláctica para evitar la presentación del proceso ni atajar su desarrollo, como tampoco se conocen sueros ni vacunas que puedan preservar de la enfermedad o ayudarnos a combatiría. El único preservativo eficaz tiene, por base el aislamiento posible de sanos y enfermos, procurando que permanezcan los primeros en la atmósfera que respiran los segundos sólo el tiempo necesario para atender a su cuidado.

El régimen alimenticio sano, una aireación y la extremada limpieza son la base en que descansa la lucha contra esta enfermedad, a la que no hay que despreciar por leves que sean sus primeros síntomas»."


No, no es el ultimo comunicado del Gobierno de la Comunidad de Madrid, ni es un bando actual del Ayuntamiento. Se trata del escrito que, el 27 de mayo de 1918, se publicaba en toda la prensa madrileña bajo el título de «La epidemia reinante», haciendo recomendaciones a la población para intentar paliar la feroz epidemia de gripe que asolaba España y todo el Mundo conocido.

Desde que el 4 de marzo de 1918, se registró en Camp Funston (Kansas) el primer caso de gripe bajo la denominación virus A, del subtipo H1N1 (nada que ver con el Covid19 actual) y debido a la enorme migración producida por la Primera Guerra Mundial, esta enfermedad, que ha pasado a la historia como “la gripe española” (*), aniquiló a entre 30 y 100 millones (los autores no se ponen de acuerdo, pero yo apuesto por una cifra cercana a los 50  millones) de personas en todo el mundo. Entre un 3 y un 6% de la población mundial. Lo que extrapolado a las cifras actuales daría un cifra espeluznante: entre 230 y 430 millones de personas.

Afortunadamente las circunstancias son muy distintas. Los avances tecnológicos en la ciencia sanitaria, las mejores condiciones higiénicas y de vida de la población, así como una conciencia política y social, entonces inexistentes, hacen que la situación aunque grave, sea muy distinta. A lo mejor.

(*) Se conoció como gripe española, porque fueron los periódicos españoles los que dieron información y se hicieron eco del problema, ajenos a la feroz censura de prensa de guerra que los países que primero sufrieron la enfermedad (USA y Francia).

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