Dentro de esta espiral terrible que estamos viviendo y, al menos para
mí, sin sentido, ayer me conmocionó a noticia de la muerte, a los
jovencísimos 76 años de Luis Eduardo Aute. Uno de los mayores
exponentes de la intelectualidad del tardo franquismo, dotado de un
escasísimo talento práctico, pero infinito talento artístico, mi
medio tocayo fué pintor, compositor, escultor, cantante y pensador
de la vida. Filipino por accidente (nació en Manila donde su padre
trabajada en la compañía de tabacos), madrileño de corazón,
inició su carrera como cantautor cuando España empezaba a echar el
cierre a 40 años de dictadura, componiendo toda una banda sonora que
acompaña a su generación y los recuerdos de infancia de la mía.
Dotado de un fino sentido del humor, solo hay que oir su “Autotango
de un cantautor”, colaboró con otros artistas en uno de los discos
mas divertidos de la época, el que dedicarón al también
desaparecido Antonio Fraguas “El Forges”. Fueron sin embargo sus
canciones reivindicativas las que le llevaron a la fama: “Rosas en
el Mar”, “Una de dos”, “Anda”, “Al alba”, y tantas
otras en las que mezclaba el amor con la reivindicación. Compuso
tambien una de las mejores canciones de amor escritas en castellano:
“Las cuatro y diez”.
Que la tierra te sea
leve.
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