Entre
todas las noticias abominables que están recorriendo los noticieros
estos días, acabo de ver con tristeza infinita la de la muerte de
una de las personas que mas me ha hecho reír en mi vida: Marcos
Mundstock.
Mundstock
era el típico ejemplo de argentino europeo. Hijo de inmigrantes
judíos asquenazíes que huyeron de la miseria de Galitzia (entonces
Polonia, hoy Ucrania) antes de la Segunda Guerra Mundial, comenzó su
labor profesional en radio y publicidad hasta que entró en contacto
con Gerardo Masana y, junto a Jorge Maronna y Daniel Rabinovitch, formaron los primeros Les
Luthiers (originalmente con el nombre italiano de I Musicisti),
definiéndose como un grupo musico-cómico que aunaba la música
clásica (empezaron con Bach), interpretada con instrumentos
delirantes inventados por ellos mismos, de nombres delirantes (Latín
o violín de lata, Lira de asiento o lirodoro o Contrachitarrone da
gamba, entre otros), con parodias inexplicables como la primera que hicieron al
juntar una cantata del alemán, con el prospecto de un laxante.
A la
muerte de Masana, la incorporación al grupo de Carlos Núñez,
Carlos López Puccio y Ernesto Archer (que abandonó el grupo en 1986) llevó al grupo, ya con el
nombre conocido, a sus mayores éxitos. Aún recuerdo cuando mi padre
me llevó al teatro Alcalá en 1981 a ver su espectáculo totalmente desconocido (ya habían
venido a España en 1974, sin que hubiesen tenido ningún éxito), y me
impresionaron para siempre con un humor jamás visto hasta entonces.
En ese espectáculo me encontré por primera vez con un personaje
fundamental en sus espectáculos: el insigne compositor Johannes
Sebastian Mastropiero. Una especie de componedor de todo y compositor
de nada, que lo mismo apañaba un bolero (Boleró), que una cantata
(Cantata del adelantado (porque llegó primero) Domingo Días(z) de
Carreras) o el desternillante madrigal-mix de breve título (La bella y
graciosa moza marchó a lavar la ropa, la mojó en el arroyuelo, y
cantando la lavó. La frotó sobre una piedra; La colgó de un
abedul.……).
Durante
50 años, Mundstock ha sido el inductor de ingeniosas conversaciones y la voz de Les
Luthiers. Esa voz de bajo, propia de un circunspecto
locutor/presentador, que con una seriedad inexplicable e
inescrutable, era capaz de provocar las risas a millones de
espectadores hispano hablantes, que nos desternillábamos con sus
juegos de palabras y sus inacabables dobles y triples sentidos de
palabras.
En
2019, ya aquejado de la enfermedad que le mantenía postrado, envió
un video a la Real Academia de la Lengua, jugando y estrujando el
castellano, para arrancar una sonrisa cuando no una carcajada,
demostrando su capacidad de transmitir buen humor, aun en las peores
circunstancias (os lo adjunto al final por si no lo habéis visto).
Increíble
comunicador y mago de las palabras, era capaz de convertir un
monólogo en un biólogo, simplemente añadiendo un interlocutor; De
explicar la ruina de una fabrica de botas de potro, por el mero hecho
de que los potros no llevan botas, o de crear nuevas palabras ya que
la fonética de las ovejas no genera fonemas ambivalentes como podría
ocurrirnos a las personas, sino sonidos "ambibalantes".
La
importancia de Les Luthiers, no solo en el mundo del espectáculo,
sino también en el mundo de la cultura, fue reconocida al serles
otorgado un premio tan importante como el Princesa de Asturias de
Humanidades, en cuyo discurso de agradecimiento Marcos dio todo un
recital de humor y saber estar.
Marcos,
tenía el sentido del humor como una daga florentina. Afilado,
sigiloso y certero, al final de su intervención te había dejado
desarmado de risa sin modificar ni una pizca el tono de voz, sin ser
soez ni meterse con nadie, solamente con inteligencia y cultura.
Su
polivalencia cultural le llevó a pequeñas incursiones en el cine.
Memorable y envidiable fue su personaje de librero amante del jazz,
que no vendía un libro en la “Roma” de Campanella, o ese último
saludo al escenario en el “Cuento de las Comadrejas” (también de
Campanella), donde compartía cartel con monstruos de la
interpretación argentina como Graciela Borges, Oscar Martínez o
Luis Brandoni.
Seguro
que en el cielo se están partiendo de risa al juntarse Gerardo,
Daniel y Marcos y expliquen a la Musas quien es Estér Píscore.
No
quiero dejar de recordar una frase que le oí una vez en una
entrevista, que define plenamente el ideario de Marcos y de Les
Luthiers: “La risa nos hace humanos”.
Descansa
en paz.
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