DIARIO DE UNA EPIDEMIA: De balcones y cacerolas.


Las fases de desconfinamiento han empezado de forma diametralmente opuesta a como empezó la escalada: Desincrónizadas, desiguales, asociales e ininteligibles. Pero al menos estamos en el inicio de la “nueva normalidad” (curioso oximorón).

A pesar del paso del tiempo, sigo pensando que el mayor error del Gobierno de Sánchez en todo este asunto, ha sido su falta de sinceridad con la opinión pública y con el pueblo español. Y no porque piense que nos hayan mentido deliberadamente o de forma torticera, no. No les creo lo suficientemente taimados. Creo que el fallo de sinceridad vino al principio, cuando todo esto empezó. Deberían haber sido sinceros con su propia ignorancia y reconocer: “Españoles (perdón, se me ha escapado), no tenemos ni puta idea de lo que se nos viene encima. Por lo que vamos a tratar de evitar daños mayores haciendo lo que nos recomienden Fulanito, Zutanito y Menganito, que son los mayores expertos que hay a mano sobre virus. Y que por cierto, tampoco tienen ni puta idea de lo que se nos viene encima”. Con eso se habrían evitado el continuo fluir de comunicados, y des-comunicados, conteos y des-conteos, en los que se demostraba una y otra vez, que lo que estaban haciendo era simplemente el viejo experimento de prueba/error.


Ojo, que creo que esto mismo tenían que haber dicho y hecho todos los líderes políticos del mundo, a los que se les ha venido el toro encima y no ha sabido torearlo ninguno. Si, ya se que a algunos les ha ido un poco mejor, pero porque han tenido a su favor que el asunto se les ha subido a la chepa cuando otros ya lo tenían encaramado a los hombros y con una parte del camino realizado. El confinamiento y la observación empírica (?) de lo que sucedía, ha sido la única manera de ir conociendo el problema e ir tomando decisiones que permitiesen minimizar los daños, tanto los sanitarios, como los económicos y sociales que tienen una solución peor y a mas largo plazo.

Mientras la población, mayoritariamente disciplinada y concienciada, se encaramaba a los balcones para aplaudir el titánico esfuerzo de los Miembros de las Fuerzas Sanitarias del Estado (sic), que con más valor que el Guerra (el torero, no el político), se echaban todos los días al ruedo con un trapo y un palo para intentar torear al morlaco vírico, y así recibían la aprobación y admiración del respetable desde los balcones, consciente que con esos medios bastante hacían con ponerse delante y jugarse el físico (perdonen la perorata taurina).


Y justo cuando se empieza a vislumbrar la salida de la pesadilla en esa forma caótica de des-escaladas desiguales y parciales, otro “respetable” decide ponerse las normas por montera y salir a la calle cazuela en mano, para darle una cencerrada al Gobierno. Que conste que estoy de acuerdo con tocarle las palmas (por no decir otra parte de la anatomía humana) al Gobierno y pedirle más explicaciones de las que hasta ahora ha dado y sobre todo exigirles el mea culpa sobre los numerosos bandazos que han dado estos últimos meses,  pero lo mismo que no participé en la cacerolada al monarca, tras su tibio discurso al principio de la pandemia, ni la posterior reivindicación republicana del 14 de Abril, pienso que no es el momento de mostrar discrepancias. Habrá tiempo, mas que de sobra, para acechar, tanto lealmente como lobunamente, al Gobierno y recriminarle, desde la tribuna y desde la calle, la gestión y la organización de este proceso, pero creo que es una irresponsabilidad y una falta total de patriotismo (entendido este como el respeto y el deseo de bienestar de todos nuestros compatriotas, no solo de los que enarbolan nuestra mismo banderín de enganche), hacerlo en estos momentos con el enemigo ya cansado, pero aún a las puertas.

Admiro y respeto a la oposición portuguesa (aunque estoy en sus antípodas ideológicas), así como a la oposición laborista en Inglaterra, que han cerrado filas en torno a sus respectivos gobiernos (pese a que Johnson, la ha cagado de forma mayúscula, y que donde inicialmente dijo digo dice ahora Diego), sin ocultar sus discrepancias, con una lealtad institucional y patriótica (ahora sí), que por aquí no he visto, pero sin intentar sacar más rédito político que el de sus propios actos. Aquí hemos vivido una historia diferente. Ante la confusión del momento por parte del Gobierno de coalición, han acechado los opositores al mismo, intentando sacar el mayor beneficio propio, aún a costa del general. En algunos momentos me han recordado los tiempos el acoso al gobierno Zapatero, en los que alguien tuvo la brillante idea de declarar que deseaba que se hundiese España, que ya la arreglarían después ellos. Y dentro de esa táctica, están también las caceroladas. Con el viejo argumento del “y tú más” o “eso mismo hiciste tú antes”, han avalado la acción popular, simplemente porque muestra el malestar del pueblo (bueno de una parte del mismo) a la gestión del Ejecutivo, por otra parte continuamente denostado.
Y así entre aplausos y caceroladas, pasamos la tarde en la capital, a la espera de pasar a la siguiente fase.

1 comentario:

  1. Un muy interesante punto de vista, que comparto y que me gustaría saber con la misma claridad.

    ResponderEliminar