DIARIO DE UNA EPIDEMIA: El odio en los tiempos del coronavirus.

En todo este asunto de la pandemia, parece que se aclara lentamente la situación. No, ya sé que esto no se ha acabado y que llegarán rebrotes más o menos pequeños (o al menos así nos los venderán), pero la paulatina y asimétrica desescalada (no saben lo que me apena el término), invita al menos a cierto optimismo.

Frente a este horizonte sanitario esperanzador y con la mejoría en los datos proporcionados en la mano, asistimos atónitos al espectáculo esperpéntico que, una vez más, nos proporciona la clase política española.

Lejos de aprovechar la existencia de un enemigo común (el virus), lo que a lo largo de la historia, había servido como elemento vertebrador de la sociedad y de la clase política en España, los políticos patrios han evolucionado su discurso hacia una catarata de reproches e improperios, cuando no calumnias o directamente insultos al contrario a su pensamiento o línea política, no discerniendo entre lugares, sitios o medios donde verterlos, lo cual les ha transformado en una caterva de hampones, dispuestos al enfrentamiento (de momento solo verbal) con quien se opone o discrepa de su ideario.

Puede ser por el hecho de que el enemigo sea invisible al ojo humano, o bien porque una parte de la población lo considere casi un castigo divino que merece ser expiado y reconducido, lo cierto es que, en lugar de mostrarse como un grupo cohesionado y gremial, destinado a buscar el bienestar de sus conciudadanos o que al menos sufran lo mínimo esta lamentable y dolorosa situación, se han mostrado como una banda juvenil callejera, dispuesta al insulto, al oprobio y a la descalificación más indignante. Y no es la primera vez que el edificio de la Carrera de San Jerónimo, soporta este tipo de actuaciones chulescas y barriobajeras (que me perdonen los habitantes de los barrios bajos), no hay más que ir a las actas del Congreso de los últimos dos siglos donde, a pesar de que no se recoja todos los exabruptos oídos en sesión (tenemos referencias de eliminación de las actas de expresiones o palabras mas o menos groseras o indignas), se pueden leer auténticos dislates, y que salvo menciones a la ocupación de la madre que parió a uno u otro (yo al menos no las he encontrado), los insultos, mofas, escarnios y amenazas de todo tipo (incluidas las físicas), se han vertido de manera mas o menos velada durante toda este tiempo. Curiosamente este tipo de actitudes no se han dado en las épocas de represión o dictadura pero, como dice Jorge Freire en su libro “Agitación”; quien no sabe gobernarse a si mismo necesita ser gobernado. Y cfeo que no se refería al pueblo.

Pues bien, si es en dictadura cuando este tipo de acusaciones no constan ni en las actas ni en las crónicas (básicamente porque no hay rival al que increpar, pues ha sido eliminado o ha huido), es precisamente en los periodos de más libertad (al menos aparente) en los que las mismas reverdecen, se producen con mayor frecuencia y con mayor vehemencia y, como una consecuencia deseada por los actuantes, suelen acabar de muy mala manera (en España, casi siempre del mismo lado).

Tras haber indicado todo esto, me parece propio señalar que encuentro indignante que un compareciente ante la asamblea nacional, criticase y ningunease el título nobiliario de una diputada, lo que esta “aprovechó” de manera rastrera, para tachar de hijo de terrorista al interlocutor, item más, vicepresidente del gobierno de su país. Entiendo que no es digno ni decente criticar a los hijos por los pecados de los padres, por más que el hecho de ser marquesa por línea sanguínea sea digno y no debiera constituir ningún baldón, ni que el ser descendiente de alguien que en su día luchó contra la dictadura franquista (no se ha demostrado que el padre del Sr. Iglesias tuviera delitos de sangre), constituya un hecho vergonzante. Debemos recordar que, para el régimen franquista, cualquiera que estuviese en su contra era un enemigo de la patria y un terrorista. Si así fuese, el que escribe debería tener la misma consideración.

Especial mención en esta vorágine de hechos totalmente execrables, está la actitud del Sr. Iglesias (entiendo que esté hasta las narices, pero va en el cargo), que en plena Comisión para la Reconstrucción Nacional (sic), entró de manera lamentable al trapo de los dardos del comisionado de Vox: Sr. Espinosa de los Monteros, para intercambiar una diatriba de descalificaciones, mas propias de una pelea tabernaria, que de dos personas que representan a muchos españoles. Por más que los señores de Vox, estén mostrando a lo largo de la crisis una altura de miras abisal, por más que se les vea (y mucho) el plumero nostálgico/autoritario, el Sr. Iglesias no debe de olvidar que, a estas alturas, no solo es el líder de un partido avalado por millones de votos, sino que también es el vicepresidente de todos los españoles y que como tal debe comportarse. Ha olido la derecha nacional sangre y dirigen hacia allá todos sus ataques y amenazas, sabedores que va a entrar en su juego. Debe tentarse y mucho el Sr. Iglesias, para no entrar en su juego, no por manido y usado menos eficiente, y dejar que ellos mismos se retraten. 

Entiendo, auqnue no justifico,  que para muchos compatriotas, es el odio por lo diferente lo que mueve la rueda de la Historia de este país. Ya decía Gustavo Bueno que para muchos pensar, es pensar contra otro.


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