Para
la mayoría del territorio y para aproximadamente la mitad de la
población española, hoy se inicia una nueva fase de “desescalada” en nuestras vidas, dentro del régimen de confinamiento que este virus
nos ha impuesto vía Decreto de Alarma.
Curiosamente yo no he
escalado en mi vida ni un triste montículo, con lo que no se nada de
escalar, ni por supuesto de desescalar, término este que está de
moda y que curiosamente, la RAE no recomienda (sic).
Sin embargo no es de
extrañar (por mucho que la presidenta de la Comunidad de Madrid se
empeñe), que Madrid y Barcelona, las dos áreas que soportan casi la
otra mitad del total población se queden, de momento, fuera de esta
fase, eufemísticamente denominada 1.
Si
nos atenemos a la densidad de población y a la movilidad de sus
habitantes, no pueden ser iguales los criterios de pase a la
siguiente fase (nada claros y algunos, por lo que he podido averiguar, poco objetivos) que para el resto de la población. Y es que en la
capital, los dos metros de separación entre ciudadanos (contagiados
o no), van a ser difíciles de mantener sobre todo en la hora punta
o en algunos lugares de máxima concentración de personal. Entre eso
y aunque se empeñen los alarmistas y catastrofistas de turno que
claman por la imprudencia y la excesiva sociabilidad de la población,
la mayoría de esta está en un estado de pánico, mas que de alarma.
Y es que el miedo al contagio (y a la posible consiguiente muerte) ha
hecho mella en los ánimos de los españoles. Y no estaría mal si
ese miedo, ese pánico, estuviese acompañado de una cierta cordura y
de una cierta reflexión, además de una buena dosis de humanidad.
Me
vienen a la memoria los episodios homofóbicos y los actos inhumanos, contra muchos de los afectados de VIH que hubo en los años 90. Recordemos que
el SIDA (Como fue bautizada la enfermedad causada por ese virus), era potencialmente mucho más letal entonces que lo que es el corona
virus ahora, y que no fue motivo de confinamiento, no por su
mortalidad (disparada), sino por su “dificultad” de transmisión,
ya que necesitaba un contacto de fluidos mucho más cercano. Pero
recordemos que no solo era una enfermedad de “drogadictos y
mariquitas”, como llegué a leer en algún medio de la época, sino
que cualquiera, no solo por un contacto sexual sino por una
transfusión, por el pinchazo de una aguja o por el uso de un cepillo
o una maquinilla de afeitar contaminadas, producían el terrible
diagnóstico. Y hubo muchas, muchas muertes. Nos cambió la forma de
mirar el mundo, de tener relaciones afectivas y sexuales (recuerden
el “póntelo, pónselo), e incluso la forma de mirar a los demás.
Ahora, 30 años después de la enfermedad que se llevó a tantos, el
SIDA es una enfermedad que sigue matando (423 españoles perdieron la
vida por esta enfermedad en 2018 *), pero nos hemos acostumbrado a la
presencia de este virus, como nos acostumbraremos a este CoVid19 que
está asolando fundamentalmente las residencias donde hemos confinado
a nuestros mayores. Y digo esto de “confinado a nuestros mayores”
porque en los últimos años (lustros diría yo), se ha dejado (hemos
dejado) estos centros, como un espacio donde “aparcar” a nuestros
abuelos, padres y demás personas que no se pueden valer por si
mismos. Porque no es rentable (aunque se privatizan y eso es sinónimo
de que hay negocio), porque cuestan mucho dinero y hay que recortar,
y ahora vemos donde ha llevado esta dejadez (como la sanitaria, pero
eso es otra historia). Son “mazmorras para personas ancianas”,
parafraseando a un personaje el Ministerio del Tiempo.
Pero
donde iba que desbarro, es a que por mucho confinamiento, por mucha
distancia que pongamos entre nuestros semejantes, el corona virus seguirá pululando por nuestras calles,
nuestros bares, nuestros lugares de trabajo durante un tiempo. Si,
con una mortalidad mucho más pequeña que hasta ahora
(espero) y sobre todo, con un impacto social mucho menor. No estoy
abogando ahora por relajar “a calzón quitado” las medidas de
protección, ni promuevo una campaña a favor de la inmunidad de
rebaño, a la que llegamos tarde y hubiera supuesto una cantidad de
fallecimientos inasumible en un país moderno. Pero si de dar a las
cosas una cierta reflexión. No puede ser que te miren como a un
apestado (literal) cuando toses porque se te ha ido la saliva o una
miga de pan por otro sitio, o que te pidan que te midas la
temperatura porque estás congestionado y sudando después de correr
10 kilómetros. Lo primero me ha pasado, lo segundo obviamente no.
El
corona virus está siendo una plaga devastadora, que ha acabado con
vidas que no esperábamos perder, pero no debemos olvidar que, como
seres orgánicos que somos, tenemos que morir y que en los últimos
años (hasta 2018, último dato que he podido recabar
del INE), en España morían más de 400.000 personas al año (ver
cuadro adjunto y observen los números de fallecimientos por causas
tan “comunes” como tumores, enfermedades del sistema circulatorio
o el sistema respiratorio, o esa partida mas curiosa que es “síntomas,
signos y hallazgos anormales clínicos y de laboratorio, no
clasificados en otra parte”).
Esto no es apologismo a la relajación desmedida de las normas
básicas de protección, o una llamada a la desobediencia civil, ni mucho menos, es simplemente un recordatorio de que debemos
tener cuidado, y darle la atención que se merece pero sin miedos, alarmismos, fobias ni obsesiones que solo van a enturbiar nuestras relaciones humanas, porque debemos recordar que
somos y lo que no somos.
Notas:
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090 Accidentes de tráfico: anteriormente a los datos de 2016
solamente se refiere a Accidentes de tráfico de vehículos de
motor con lo que no recogía los accidentes de tráfico de
vehículos sin motor, los accidentes de transporte no
especificados como debidos o no a tráfico y las víctimas de
accidente de tráfico en las que en el momento del accidente
estaban subiendo o bajando del vehículo
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001-008 I.Enfermedades infecciosas y parasitarias: Por motivos de
comparabilidad, se incluye VIH+ (R75) en el Capítulo I.
Enfermedades infecciosas y parasitarias aunque la CIE-10 lo
encuadra en el Capítulo XVIII. Síntomas, signos y hallazgos
anormales clínicos y de laboratorio, no clasificados en otra
parte. Por recomendación de la OPS se incluye en este capítulo
el SRAG (Síndrome Respiratorio Agudo Grave) U04
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086-089 XVIII.Síntomas, signos y hallazgos anormales clínicos y
de laboratorio, no clasificados en otra parte: Por motivos de
comparabilidad, se incluye VIH+ (R75) en el Capítulo I.
Enfermedades infecciosas y parasitarias aunque la CIE-10 lo
encuadra en el Capítulo XVIII. Síntomas, signos y hallazgos
anormales clínicos y de laboratorio, no clasificados en otra
parte
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Fuente:
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* Instituto Nacional de Estadística
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