La bandera

 El pasado lunes, 12 de Octubre, se celebró de manera austera y circunscrita al marco del patio de armas del Palacio Real, el día Nacional y el día de las Fuerzas Armadas. Este acto en sí, y más por las especiales características de los tiempos que corren, no hubiese sido motivo de mayor análisis ni reflexión más allá de los típicos cotilleos de cómo iba vestida esta o aquella dama, o si el Vicepresidente había saludado al Rey o no, o si el Presidente había saludado a la Presidenta de la Comunidad de Madrid o se habían hecho los suecos, si no fuera porque, una vez más, el acto se utilizó de forma bastante torticera, para la exaltación de valores que una parte de la población hace exclusivamente suyos, con el consiguiente rechazo y expulsión de otra mucha. Digo esto porque, al mismo tiempo que se celebraba el acto mencionado, tenía lugar una serie de manifestaciones, promovidas por el partido VOX, en el que la enseña nacional fue usada como estandarte y casi como arma arrojadiza contra aquellos no piensan de su misma manera, señalándolos como “antiespañoles” por el mero hecho de tener una idea e España dentista a la suya.

Durante los últimos 40 años, la utilización de la bandera bicolor y los símbolos nacionales (incluido el himno), han sido apropiados por una parte del espectro político, que los utiliza como elemento diferenciador y disgregador entre ciudadanos que, curiosamente, conviven bajo la misma bandera y símbolos.

Esto tampoco sería el motivo principal de que abandonase mi retiro literario. El motivo principal, ha sido la aparición en las redes de un video, en el que en un colegio, cientos de niños agitaban banderas nacionales al son de la Marcha Real y que ese video, se haya hecho viral con miles, quizás cientos de miles de reproducciones, y con comentarios bastante partidistas, por uno y otro bando, señalando un cierto adoctrinamiento en unos niños que, al menos desde mi punto de vista, solo celebraban un día de unión e identidad nacional.

Como algunos saben, yo me he educado en un colegio extranjero, en el que los símbolos y la bandera nacionales no eran, ni son, motivo de disputas y de exclusiones de una parte del país hacia otra. Aún recuerdo cómo, el día nacional italiano (2 de Junio), todos los muchachos y muchachas del colegio, que habían ensayado días antes, salíamos juntos al patio para entonar el “Fratelli d’ Italia” y a saludar con orgullo a la bandera tricolor, sin que ninguno, incluso los que no éramos oriundos de ese país, nos sintiésemos excluidos ni señalados como “anti patriotas”.

Ya se que muchos me dirán que en otros países de nuestro entorno; Francia, Italia, Alemania, las banderas nacionales han sido usadas por los partidos más nacionalistas de extrema derecha, para señalar una cierta identidad nacional, y diferenciar a unos supuestos nativos de aquellos foráneos que amenazan su “estatus quo”. Eso es normal y comprensible. Durante la formación de los partidos más de izquierda como el socialista, el comunista e incluso el anarquista, estos rechazaron la idea de confrontación nacional (que asoló Europa durante todo el siglo XIX), y abrazaron la idea de universalidad y de lucha de clases, frente a las luchas nacionales, defendidas por los sectores mas conservadores de cada nación. Pero esta división debe ser ya rechazada y repudiada por todos, y especialmente por los líderes políticos actuales. Me quedo con la anécdota de la Señora Merkel, a quien alguien acercó una bandera alemana durante un mitin y esta rechazó tajantemente enarbolarla, argumentando que esa bandera era de TODOS los alemanes y no solo de los que votaban a un partido u otro.

Reconozco que el sesgo partidista e ideológico que tiene la bandera bicolor y la Marcha Real, es muy particular, sobre todo desde que la II República, decidió sustituir ambos símbolos por la tricolor y el Himno de Riego, para desmarcarse de un pasado que consideraban funesto, y que el bando “nacional” (ojo a este detalle apelativo) sustituyó, ya iniciada la contienda civil, esos símbolos por los monárquicos (aunque con cambio de escudo, el Real por el águila de San Juan. Pero no quiero ponerme muy académico, ni pesado con referencias al pasado, más o menos reciente, sino apelar a poder usar esos símbolos sin ser señalado como “facha” ni retrógrado, ni que alguien que los utilice para demostrar su orgullo de ser español, hoy tan bajo, pueda mostrarlos con orgullo de ser español, no por defender opiniones decimononas como el manido “Dios, Patria y Rey” carlista.

Quizás se debería haber planteado un cambio de los símbolos nacionales con la Constitución de 1978, para evitar la inmediata vinculación de la bandera bicolor y del himno (al que ya de paso podíamos haber puesto letra), con unas ideas que no tienen todos los españoles. Pero a estas horas, plantear esa modificación constitucional es mas bien utópica, no ya para estos asuntos de menor calaje.

Es por ello que reivindico urgentemente el hecho innegable de poder usar los símbolos nacionales como muestra de admiración y respeto por una nación, y la condena a que estos mismos símbolos sean usados no para unir y aumentar el espíritu nacional, sino para excluir de dichos sentimientos a una parte de la población que no comulga con otras de las ideas de los partidos que ahora las enarbolan como símbolos propios. Para ello quizás sería interesante consensuar (iluso) una ley que prohíba el uso de la bandera nacional con ese inesperados.

Quizás entonces pueda sentirme cómodo luciendo esos mismo colores.








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