El espejo americano

 Han pasado los días y finalmente, el candidato demócrata Joseph Robinette Biden, ha sido proclamado presidente electo de los Estados Unidos de América, para solaz regocijo de la mayoría del mundo civilizado, harto como estaba de la deriva que estaba siendo la presidencia del país más poderoso del mundo, en manos de un individuo como Donald J. Trump, convirtiéndose además en el primer presidente que no es reelegido, desde que en 1992 George W. Bush padre, perdiese las elecciones frente a Bill Clinton.



Pero este regocijo universal, solamente cuestionado por paises como Rusia, Corea del Norte, Arabia Saudita o Israel que, como todos sabemos, son paises de amplia y contrastada raigambre democrática, ha sido también ampliamente cuestionado dentro de su propio país por casi la mitad del electorado, que ha votado a Trump, y dando pábulo a toda clase de noticias conspiranoicas de fraude y de pucherazo electoral, que también socavan la estructura legal y electoral del sistema norteamericano. Afortunadamente, el sistema reaccionó bien, cuando en el año 2000, George W. Bush (en este caso hijo), llegó a la Casa Blanca tras pugnar en los tribunales y ganar el estado decisivo de Florida a Al Gore, por la cantidad de 347 votos, dejando sin contar mas de cien mil, que no pudieron leer las máquinas.

Pero este caso es bien distinto, primero, porque el recuento se ha hecho de forma manual para evitar una situación similar y segundo, porque el aparato del partido republicano, imprescindible entonces para la batalla legal que llevó a Bush hijo a ganar la presidencia, no está ahora al 100% con Trump, ya que este no forma parte del mismo porque, aunque en su día si que usó el aparato y el paraguas del partido del elefante, no puede considerarsele un miembro activo del mismo, ya que su carrera política comenzó (y esperemos que termine), con la presidencia del estado norteamericano.

Por contra, su oponente y virtual vencedor, representa todo lo contrario. Senador desde 1973, con la administración Nixon, las ha visto de todos los colores y ha ocupado casi todos los puestos políticos de los EE.UU.. Sin embargo ahora cuando, a punto de cumplir los 78 años (siendo el presidente de más edad en llegar a la Casa Blanca), se va a convertir en el cuadragésimo sexto presidente de la Unión, se va a enfrentar a un problema relativamente nuevo para el pueblo norteamericano: La fragmentación de la sociedad y del pueblo americano.

Una de las cuestiones que siempre me ha maravillado del pueblo estadounidense, es que, pese a ser un crisol de culturas, razas, y procedencias (puesto que, aunque Trump se empeñe, solo menos del 2% de la población de los EE.UU. es indígena, siendo el 98% restante, descendientes de inmigrantes del resto del mundo, Trump incluido), la unión del pueblo norteamericano, cuando ha habido problemas, ha sido ejemplar desde el final de la Guerra de Secesión Americana, hace ya más de 150 años. Sin embargo desde el inicio del siglo XXI se ha ido acrecentando la division entre los norteamericanos urbanitas de las grandes ciudades y de los estados periféricos y los norteamericanos del medio oeste, más agrícolas y conservadores, principales caladeros electorales del partido republicano, y que han sido los principales apoyos del ex-presidente, junto con la sorprendente Florida, cuyo núcleo electoral lo forman las comunidades cubana y venezolana de exiliados, que votan republicano, para evitar que el otro candidato, al que sorprendentemente tachan de pro-comunista, vuelva a mantener relaciones políticas con los regímenes de sus paises de procedencia. Cuestiones como el proteccionismo a ultranza de los valores tradicionales norteamericanos, el uso y posesión de las armas de fuego, la inmigración, hicieron a Trump presidente en 2016, contra todo pronóstico, lo que avivó la división, ahora absolutamente disparada con la victoria demócrata.

Ojalá la administración Biden sea capaz de reconducir la situación, conseguir que los EE.UU. vuelvan a pertenecer en las instituciones internacionales, de las que salieron durante la administración Trump., y puedan liderar la lucha contra la pandemia y el cambio climático, los verdaderos retos de los que se olvidó el ex-presidente.





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