CON PERMISO PARA PERDER

No, no voy a hablar de política ni de elecciones.

En apenas un par de días, la institución deportiva más laureada del continente se ha visto en la tesitura de intentar el asalto a la fase final de las competiciones continentales, en unas condiciones paupérrimas y, a pesar de que en ambos casos el envite acabó en derrota, lo cierto es que la manera de producirse ambas me parece que requiere un análisis pausado, más allá del hecho de la misma derrota. No olvidemos que los deportistas, por muchas veces que ganen, siempre pierden más.

Pero vayamos por orden cronológico. El martes, en la ciudad otomana de Estambul, el Real Madrid de Baloncesto se enfrentaba por quinta y ultima vez al rival que su desigual paso por la fase regular de la competición le había asignado: Anadolu Efes.

Considerado uno de los principales favoritos al título y con la que quizás es la mejor backcourt de Europa: la formada por Shane Larkin y Vasilije Misic (quien al año que viene compartirá vestuario con Gabriel Deck en Oklahoma). Los turcos esperaban una eliminatoria más sosegada, tras las dos palizas iniciales en Estambul. El Madrid se enfrentó en al dilema de dejarse ir por la inercia y caer en su cancha o de resistirse a la evidencia de la superioridad del conjunto turco y optaron por esto último. Dos finales explosivos, con remontadas épicas, con Llull y Garuba (otro que pone rumbo a la NBA) de estrellas, forzaron ese quinto partido. Encuentro que estuvo igualado hasta los segundos finales, en los que dos “invitados” inesperados; Pleiss (5 puntos, triple incluido) y, sobre todo Simon, con un triple desde 8 metros con Thompkins encima y a dos segundos de la posesión, hicieron que el equipo, dirigido magistralmente por Pablo Laso, acabase derrotado y eliminado.

Y es que el Real Madrid llegó a este último encuentro totalmente fundido, por una planificación de plantilla y un calendario digno de haber sido hecho en un frenopático. Primero, la fuga prevista a la NBA del base más decisivo de la competición (Campazzo) y que, aunque prevista, no fue paliada por una directiva que lo confió todo a un base en el que no cree el técnico (Laprovittola, magnífico en este último choque), un chaval con mucho talento, pero en formación (Alocén) y un Llull, que, aunque espléndido a ratos, ya no está para esos trotes, acosado por las lesiones. Luego la lesión de Randolph que, esta sí, intentaron amortiguarla con el fichaje de un Tyus que está a años luz del que maravilló en Maccabi y, finalmente la fuga inesperada a la NBA de Gabriel Deck, que dejó al equipo sin un baluarte ofensivo-defensivo de primer nivel y sin recambio posible. Además, más allá del expolio de la liga Norteamericana y de la infausta lesión del pívot nacionalizado esloveno, el equipo ha sufrido durante todo el año una plaga de lesiones (la mayoría musculares) que llevaron a que en los momentos decisivos, el juego interior del Madrid pareciera el de un hospital, con Tavares (ya dijo Pablo que lo iban a matar jugando la tonelada de minutos que ha jugado, al no tener un recambio en la plantilla en su posición) y con Thompkins a menos del 50% de su potencial.

Con todo y con eso llegaron nadando hasta la orilla con más corazón y empuje que capacidad para derrotar al que, si el Barcelona no lo impide, será el campeón de la competición.


Poco más de 24 horas después, en el londinense barrio de Chelsea, en equipo de futbol, se enfrentaba a una situación parecida. Con una plantilla diseñada por el enemigo, en la que no solo hay posiciones que no tienen recambio expreso (Casemiro, Benzemá o Kross), que en las que lo hay, el recambio no está a la altura o el míster no confía en ellos (Marcelo, Mariano, Odriozola), o la fugas de Odergaard y de Jovic (estas sí que consentidas por el club), cedidos a mitad de temporada. Lastrada además por las constantes y en muchos casos repetidas lesiones (de eso hablaré al final), y la acumulación de minutos en algunos hombres, el equipo penó por Stanford Bridge y si no fue atropellado con un resultado escandaloso, fue fundamentalmente por la falta de acierto de los delanteros del equipo londinense, que pasaban como motos frente a los jugadores blancos que no podían frenarlos ni a tiros. En este caso la posibilidad de competir en igualdad era una quimera. Más allá del baño inglés, de los errores de planteamiento o alineación de Zidane, que puso en el campo a jugadores salidos de una lesión que no estaban para esos trotes (me acabo de enterar que Ramos y Mendy han “recaído” en sus lesiones y no están en la lista de Sevilla), hay que reconocer que el equipo ha hecho un campeonato para aplaudir, teniendo en cuenta las condiciones en las que ha llegado hasta aquí. La pandemia, la pretemporada atípica e inexistente, pueden servir de venda con la que tapar el problema gravísimo que tiene el Real Madrid con su equipo médico y físico. Y es que no solo el primer equipo de futbol y de baloncesto, han sido asolados por las lesiones (fundamentalmente musculares) sino que hasta el Castilla ha sido atacado por el mismo mal y, entre jugadores “prestados” al primer equipo y lesionados, se plantó el otro día con varios juveniles a jugarse la posibilidad del play off de ascenso a Segunda División.

Pero una cosa si que no se les puede negar a ninguno, y es que compiten con lo que tienen hasta el máximo de sus fuerzas. Otra cosa es que las mismas les lleguen para poder afrontarlas en igualdad con sus rivales. Bien haría la directiva del equipo en tomar las decisiones oportunas para evitar que estas circunstancias se vuelvan a producir, confeccionando plantillas equilibradas y competitivas, más allá de los nombres o de las rentabilidades económicas de los fichajes. Mientras, creo que tanto Pablo como Zinedine, tienen permiso para perder.



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