Que por mayo era por mayo

Hace ahora diez años, en la madrileña Puerta del Sol, surgió un movimiento popular de repulsa contra el amanerado bipartidismo existente que tenía el panorama político español, completamente anquilosado y amenazado por un cierto colapso democrático y dotando a los ciudadanos de una cierta esperanza por un futuro, alejado de los parámetros políticos de corrupción y escándalo, que hasta ese momento se barajaban. Hoy, otro día de mayo, el partido surgido de aquella manifestación popular ha colapsado y el líder que surgió de la misma, ha sellado su tumba política. No podemos ignorar que Iglesias ocupaba hasta hace bien poco el segundo sillón del Gobierno Nacional y dejó cartera y escaño para bajar a la arena política y consolidar la alternativa de izquierda en Madrid. Pero el aluvión Ayuso ha arrasado en las elecciones a la Comunidad de Madrid. Unas elecciones arteramente convocadas por la propia Díaz Ayuso bajo la excusa de una supuesta moción de censura apoyada por Ciudadanos, su socio de Gobierno en la Puerta del Sol. Socio que, por otra parte, también ha sido completamente fagocitado y aniquilado políticamente por la agrupación de la calle Génova. No podemos ignorar que, en las encuestas preelectorales de 2018, Ciudadanos se dibujaba como la primera opción de Gobierno en la Comunidad de Madrid y hoy ha desaparecido completamente del hemiciclo matritense. Seguramente lo haga de los demás en próximos comicios.

El PP que, tras el escándalo Cifuentes, parecía condenado al ostracismo en las elecciones de 2018 y sobrevivió haciendo equilibrios para obtener el apoyo a su izquierda y derecha (léase Ciudadanos y Vox), se ha erigido como el absoluto vencedor dos años después. Con un mensaje simple (infantil diría yo) de “Comunismo o libertad”, que nadie se aventuró a rebatirle simplemente preguntándole donde veía ella el comunismo rabioso en la sociedad actual, Ayuso se ha alzado con la mayor victoria el Partido Popular en su feudo fetiche. Sin un programa claro, sin una sola idea medianamente novedosa o relevante, política social o económica frente a la pandemia que nos asola, simplemente llevando la contraria por defecto al Gobierno Central e incluso a algunos miembros de su propio partido. Solo hace falta recordar que hace apenas un par de años, un importante exministro de Rajoy dijo en “petit comité”, al conocer su nombramiento como candidata a la Comunidad: “Nos hemos tirado la vida con las etiquetas de partido serio, responsable, predecible y sensato y ahora vamos a competir por ver quién da más espectáculo y dice la mayor burrada”.

Y es que Isabel Díaz Ayuso ha aprendido de los grandes manipuladores electorales modernos (el creador del “political-show”; Silvio Berlusconi, su gran alumno norteamericano Donald Trump y, sobre todo, su mentora y madrina política: Esperanza Aguirre), que basta con un mensaje de confrontación, simple y directo, para conseguir grandes metas políticas. No es necesario desgastarse en sesudos debates ideológicos, no hacen falta programas económico/sociales complejos que busquen soluciones plausibles a los graves problemas que amenazan a los ciudadanos, basta con decirles lo que quieren oír, de forma estridente, crispada, simple y directa. No dice nada concreto y ese ha sido su éxito.

La crispación política que impera en los últimos tiempos la ha beneficiado, a pesar de una alta, altísima participación, que antes de hoy se entendía favorecía los números de la izquierda, pero cuyo supuesto se ha demostrado erróneo.

Por su parte el PSOE, ha pagado muy cara su improvisación y su falta de liderazgo en la Comunidad. La fallida moción de censura en Murcia (que habría que investigar a fondo) que provocó el adelanto de elecciones en Madrid, les ha pillado sin un candidato preparado (Gabilondo tenía preparado su aterrizaje como Defensor del Pueblo), sin otra estrategia que la de ridiculizar a la candidata del PP (no hacía falta, en serio) y evocar los fantasmas del fascismo más rancio, el aparato del partido (ese que ha devastado Sánchez) pensó que, con presentar al mismo candidato, agotado por dos años de triste pulular por la Asamblea, y apoyarle desde Moncloa, sería suficiente para reeditar los datos obtenidos hace apenas dos años. Craso error.

El único partido de la izquierda parlamentaria que ha salido reforzado ha sido Más Madrid. Situado en un término medio entre el PSOE más centrado y el licuado extremismo podemita, ha rentabilizado los errores que han cometido los partidos a su derecha e izquierda para dar ese sorpasso que en su día soñó Iglesias. Una candidata desconocida, pero preparada y con un mensaje claro y conciso, ha servido para captar bastantes votos socialistas y la situarse en el zenit de la oposición. Sin embargo, ya pesar de algunos análisis que estoy oyendo en las últimas horas, creo sinceramente que no es extrapolable a unos comicios nacionales.

Vox por su parte, cumple su objetivo. Ha consolidado sus votos y sus escaños, comparados con las ultimas elecciones. Sabe que no puede entrar en el Gobierno de Madrid (Ayuso no les necesita, más allá de una aséptica abstención en la investidura) y va a seguir en su labor de zapa por la derecha del PP, ahora que estos han esquilmado el caladero centrista de Ciudadanos.

Y dejo para el final de esta reflexión a los dos grandes perdedores de estos comicios: Unidas Podemos y Ciudadanos.

Los primeros, han acumulado error tras error. La idea de presentar a su primer espada como candidato a la Comunidad me pareció en su día una charlotada, ahora me parece como la crónica anunciada de un final crepuscular. Otra cosa es en que situación dejan estas elecciones al gobierno de coalición nacional.

Los segundos, absolutamente aniquilados por el PP, se quedan a los pies de los caballos y al borde de la desaparición, como ya le sucedió a UPyD. La gran esperanza de un centro político moderado, que sirviera como bisagra para que los gobiernos sucesivos, a su derecha y a su izquierda, moderasen sus discursos y sus voracidades políticas y económicas, y sirviera como motor de impulso a la política nacional, ha quedado definitivamente enterrada. Una sucesión de gravísimos errores estratégicos que ya se llevaron por delante a Albert Rivera y ahora han enterrado a Edmundo Bal, los han llevado a su casi extinción como fuerza política.

Es curioso y digno de reflexión, que los dos grandes agitadores de la política en los últimos años: Rivera e Iglesias, hayan acabado saliendo de la vida política por la puerta de atrás, atropellados por los mismos partidos que ellos anunciaban desterrar.

Al final, de la primitiva rosa (de la esperanza, no la socialista) tan solo nos va a quedar el nombre.



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